"La música comienza donde acaba el lenguaje"
Amadeus Hoffman

jueves, 16 de diciembre de 2010

Conclusiones grupo de trabajo de mujeres payas

Comenzamos nuestro trabajo en grupo planteándonos unos interrogantes: ¿nos molesta convivir con personas de otras razas y culturas? ¿Nos consideramos racistas?

Cada mujer tiene que elegir un color de tarjeta para posicionarse ante ello: la tarjeta de color azul indica que una se reconoce tolerante hacia otras razas y culturas, mientras que la tarjeta de color rojo muestra lo contrario: el reconocimiento del racismo.

Cuestionarnos estas cosas a nivel personal nos provoca cierto malestar, no nos resulta agradable la autopercepción de lo que sentimos, y menos exhibirlo públicamente.

El resultado: veinticuatro personas eligen la tarjeta roja y seis, la tarjeta azul.

El paso siguiente es visibilizar nuestros prejuicios; nuestro punto de partida es considerar que todas, en mayor o menor medida, los tenemos, pero los intentamos ocultar o justificar.

Siempre hay una razón, siempre hay un argumento. Y ese argumento casi siempre culpabiliza a las otras personas, a las que no son como nosotras. ¿Acaso esto no demuestra nuestra intolerancia?

Y salen a la luz nuestros prejuicios, como grupo, con respecto a la población gitana y las personas inmigrantes. Y salen a la luz muchos tópicos, muchos estereotipos que manejamos sin ser conscientes, en muchas ocasiones, de ello:

“Que la cultura gitana y la población inmigrante son machistas.”

“Que por su culpa vamos a ir perdiendo nuestras raíces culturales.”

“Que no se quieren integrar en la sociedad”

“Que no nos gustaría tenerlos como vecinas o vecinos porque no saben vivir en comunidad.”

“Que no les interesa casi nada estudiar.”

Que …, que …, que …,

Todos estos resultados nos dan pie para hablar de cómo vamos configurando los prejuicios: cómo convertimos en HECHOS las OPINIONES, cómo tendemos a realizar GENERALIZACIONES muy peligrosas, sin darnos cuenta de que cuando hablamos de personas las generalizaciones no funcionan, porque CADA PERSONA TENEMOS EL VALOR DE LA DIFERENCIA.

¿A cuántas personas conoces que sean como tú, que tengan tus mismos gustos, tus mismos ojos, tu misma actitud? Llevamos a cabo un juego: cada una de nosotras buscamos en nuestro grupo a otra compañera que sea como yo. ¿La hay?

NO HAY NINGUNA MUJER IGUAL A OTRA MUJER; NINGUNA PERSONA ES IDÉNTICA A OTRA PERSONA.

¿Por qué entonces consideremos que todos los gitanos y las gitanas son iguales? ¿Por qué metemos en el mismo saco a todas las personas inmigrantes que forman parte de nuestra pequeña comunidad?

Poco a poco nos vamos dando cuenta de que nuestros esquemas de pensamiento, nuestros patrones de conducta, se tambalean. Aún así pretendemos justificarlos: “yo conozco una familia gitana que no paga la comunidad”; “en mi portal hay una casa en la que no hacen más que llegar marroquíes y preparan mucho ruido”…

Y, sin nombrarlo, abordamos el ETNOCENTRISMO. ¿Cuál es la atalaya desde donde miramos a las otras culturas? Nuestra forma de hablar vislumbra nuestra forma de pensar: “nuestra cultura es superior”; por eso siempre son las demás personas las que tienen que integrarse, las que tienen que ser como nosotras.

Pero en esta práctica de subir escalones y mirar desde arriba, se nos olvida que siempre hay alguien que está más alto que nosotras; y cuando otra gente que mira por encima de nuestro hombro aplica sobre nosotras estereotipos, prejuicios, generalizaciones…, entonces nos empezamos a sentir molestas: “¿pero de qué hablan si no nos conocen?” “¿Cómo pueden decir eso de los y las españolas?”.

Leemos un texto, bajado de la red, en el que un grupo de personas europeas hace una radiografía de España y dicen:

“Los españoles son muy maleducados, gritan siempre y discuten en vez de hablar.”

“Los españoles son muy vagos, pero me gusta la idea de la siesta, aunque no la entiendo del todo.”

“No entiendo la mayoría de las costumbres española y tampoco me interesa mucho aprenderlas.”

“Si soy joven (o quiero serlo) quiero lo siguientes de España: fiesta, Mallorca, Benidorm, Torrevieja, 10 cervezas por la mitad de lo que cuesta en Inglaterra, un montón de tripis en Ibiza viendo el amanecer desde el café del mar.”

(…)

No nos gusta cómo nos sale el retrato, así no somos todas las personas y todos los lugares de España, esta visión está llena de tópicos. Y ahora empezamos a darnos cuenta de que, con toda seguridad, nuestra manera de ver a las otras culturas, a las que en principio consideramos inferiores, es injusta.

Y estas reflexiones nos conducen a hablar de TOLERANCIA, y para entender la tolerancia tenemos que ver que la realidad tiene muchos puntos de vista, y que todos son válidos; lo dice de una manera hermosa Eduardo Galeano:

Desde el punto de vista del búho, del murciélago, del bohemio y del ladrón, el crepúsculo es la hora del desayuno.

La lluvia es una maldición para el turista y una buena noticia para el campesino.

Desde el punto de vista del nativo, el pintoresco es el turista.

Desde el punto de vista de los indios de las islas del mar Caribe, Cristóbal Colón, con su sombrero de plumas y su capa de terciopelo rojo, era un papagayo de dimensiones jamás vistas.

Desde el punto de vista del sur, el verano del norte es invierno.

Donde los hindúes ven una vaca sagrada, otros ven una gran hamburguesa.

Desde el punto de vista de Hipócrates, Galeno, Maimónides y Paracelso, existía una enfermedad llamada indigestión, pero no existía una enfermedad llamada hambre.

Desde el punto de vista de sus vecinos del pueblo de Cardona, el Toto Zaugg, que andaba con la misma ropa en verano y en invierno, era un hombre admirable:

El Toto nunca tiene frío – decían.

Él no decía nada. Frío tenía; lo que no tenía era un abrigo.

De esta manera, vamos encontrando una posición personal y grupal más positiva y más amable respecto a la INTERCULTURALIDAD; a partir de ahora sería bueno poder hablar de diversidad cultural no como problema, sino como enriquecimiento mutuo.

Para demostrarlo llevamos a cabo un pequeño trabajo por grupos: consiste en rescatar aquellas cosas, pequeñas o grandes, que están presentes en nuestra cultura actual porque en otro lugar, otra época, otras gentes de África, de América, de Asia…nos legaron.

La lista es amplia: nuestro idioma, el arado romano, los número romanos, los números arábigos, las especias, la seda, el sistema de alcantarillado, la democracia, la tinta, la patata, el café, el cacao, la banca, el kebab, …

Vamos tomando consciencia de que los elementos que conforman una cultura no surgen de la nada, sino que son el resultado de un proceso constructivo permanente y global, que se asienta sobre las bases anteriores para mejorarlas.

Como ejemplo, la Lengua; nuestro idioma es el resultado de años y años de historia y de historia, de pueblos y gentes de muy distinta procedencia, de conquistas y convivencias forzosas, de préstamos de otras lenguas según la moda o la necesidad de poner nombre a nuevas cosas…

“…Y no caigamos en el error de pensar que la Historia ha terminado. Continúa. Como en el pasado, hoy siguen llegando a nuestro país personas de África, de América, de Europa y de otros lugares, y como en el pasado, también algunos de ellos se quedarán con nosotros y nos dejarán cosas (entre ellas, seguro que alguna palabra) y ellos y sus cosas, como en el pasado, dejarán de ser «ellos» y «sus cosas» para pasar a ser «nosotros» y «nuestras cosas».”

(Texto obtenido del proyecto “La maleta intercultural”. Unidad didáctica: “También las lenguas nos unen”).

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